Remango las semillas
trenzadas en los caminos.
Abandono los apetitos
descompuestos.
Ahogo los estanques
perecederos.
Excavo los resbalones
que dejan todo tras de sí.
Escucho bramidos entre almenas.
Rodeo el espacio sombrío.
Absorbo las grietas en los tejados.
Trazo el regocijo entre habitaciones,
donde se abrazan las muescas del alma.
Sonrío entre extintores.
Huelo las huellas pisadas.
Amamanto la extrañeza carcomida
entre las sienes,
la ausencia del sentido,
el aparatoso bramido,
la salazón imperdonable.
DISCORDANTE
Publicado por Laurentina los 03:25
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5 comments:
Me gusta eso de "la salazón imperdonable". La vida abunda en eso, en puntos de no retorno. Eso la hace difícil, pero interesante.
Hombrerevenido: Muchas gracias. El problema es que no hay una pauta marcada, aunque siempre tendamos a buscarla. Eso es, cuando menos, desorientador.
buen poema
Juan: Gracias
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