RENDICIÓN



Como reconocer,
que los rascacielos a los que nos habíamos encaramado,
se resquebrajan, sin motivo alguno,
sin esperanza, sin ternura ni suspiros.

El exterminio se reinventa, burlón.
Se dislocan las miradas ausentes,
y la cordura, no sabe cómo sentirse.

Estupefactos de señales incoherentes,
dejamos perder el valor de los lunares,
y nos resignamos al terror de arriesgar.

Extenuada de clamar el derecho al beso generoso,
de perder las hebillas de mi sombra,
de rendir los últimos resquicios de niña
a la desconfianza, al realismo saneado,
aprieto la tabla de flotación,
aquella únicamente destinada a los pasajeros apagados.