DISCORDANTE



Remango las semillas
trenzadas en los caminos.
Abandono los apetitos
descompuestos.

Ahogo los estanques
perecederos.
Excavo los resbalones
que dejan todo tras de sí.

Escucho bramidos entre almenas.
Rodeo el espacio sombrío.
Absorbo las grietas en los tejados.

Trazo el regocijo entre habitaciones,
donde se abrazan las muescas del alma.
Sonrío entre extintores.
Huelo las huellas pisadas.

Amamanto la extrañeza carcomida
entre las sienes,
la ausencia del sentido,
el aparatoso bramido,
la salazón imperdonable.

VAIVÉN



Atrapada entre los encontronazos
propios de la palabra huidiza,
rechino solapada
entre mis relámpagos torcidos.

Salpico ilustres garabatos
que se ciernen hilarantes
y jocosos
ante mis montañas opacas.

Hiervo entre saltimbanquis y roturas,
madrugo en una bilis permanente,
rezumo, declamo, volteo, resbalo,
santifico la voltereta.

Ante el calor de los abrazos cocidos,
burbujeo, primorosa,
para desembocar en el túnel paradójico
y mantener en jaque
al billete con vuelta abierta.

DESARRUGANDO



Sobrevolando las huellas retornadas,
aspiro aire puro macerado en tiempos.

Zanjado el amedrentar y
la zancadilla,
los océanos ya no se estremecen,
los éxodos se translucen henchidos,
los besos rotos se descubren sellando los vahídos,
y el caos se vuelve semejante.

Descalabro y me defino,
sabiendo que las conformidades,
no son más que calumnias angustiosas
a los indomables espoleados.

Brillante, sonrío,
y me declaro resucitada empedernida,
volátil impetuosa,
somnolienta incansable,
honesta vividora.